Temor
a la penumbra nunca existió en los corazones de estos dos intrépidos y audaces
jóvenes que quisieron emprender un camino de riesgo en una época y zona de poca
civilización.
Fue
un reto para cada uno de ellos y si alguno no quería, tampoco desistió por no
demostrar cobardía
Futuro
en este caserío no tenemos así que nos iremos a buscar fortuna en medio de la
selva, encontraremos algún tesoro o algún
pueblo donde nuestro desempeño nos proporcione abundante dinero;
alegando que nadie es profeta en su tierra; o quien quita alguna adinerada
mujer que colme nuestros días de comodidad a cambio de los placeres y la
potencia juvenil que poseemos, alegaba uno de ellos con tono de voz airada.
La
época no se conoce con certeza pero rayaban los años 20 (1920-1925), y apeados
de buena vianda y panela iniciaron la travesía de la montaña, escapados y sin
la autorización de sus padres; pues consideraban que al cumplir los 18 años
eran hombres de hecho y palabra.
La
selva era espesa, la luz poca, todo el tiempo parecía ser tarde ya entrando la
noche; y ya después de tres días de camino era justo poder dormir bajo un
techo, pero no había posibilidad de alguno, solo penumbra y bosque; desde el
día anterior no se avistaba alguna vivienda o choza a la deriva del camino,
entonces decidieron avanzar una hora mas pues estarían cerca de algún escampadero, y así fue la sorpresa, al
empezar a descender de lo alto de una montaña divisaron una pequeña casa a la
vera del camino , la alegría fue tal que en un segundo ya estaban al portal de
la vivienda, para llevarse la sorpresa que era un “canbuche” abandonado, un
zarzo para guarecerse de las fieras y el invierno.
Bueno
no esta mal del todo decía Juan en tono siempre soberbio, ahora lo que a mí me
hace falta es una linda mujer que me caliente en esta fría noche; podríamos
llamarla, tal vez sean dos que bien nos caería, pero Carlos le increpó diciendo: como se te ocurre. Ni estando locos,
a quien vas a llamar en medio de esta espesa montaña, Dios nos proteja.
Juan desatendió el comentario y empezó a
llamar: Oye linda mujer... oye linda
mujer... pero Carlos le decía no lo hagas
e invocaba el nombre de Dios.
Ala
cabo de un rato Juan volvió a empezar a llamarla y para sorpresa de todos una voz le contesto
en la distancia, entonces volvió a gritar … y si de verdad le estaban
contestando, entonces le dijo a Carlos si ves que sí, Carlos le contesto no
llames mas eso es un demonio, que mas va ser a estas horas de la noche; discrepó con el
y la continuo llamando y cada ves que le contestaba se escuchaba mas cerca
hasta que al fin llego una linda mujer vestida de harapos, pero muy joven, sonriente y poco conversadora. Por
pendejo te va tocar dormir solo y le
insinuó a la mujer que subiera al zarzo para comer y alistar la morada de esa
noche.
Carlos
se dispuso a descansar y apago el candil, y en medio de la penumbra no cesaba
de invocar la protección de Dios; ya vencido por el cansancio se durmió y aunque pareciesen unos minutos ya había transcurrido gran parte de la noche
cuando sintió que algo goteaba del techo donde estaba su amigo Juan y la mujer,
era extraño pues no estaba lloviendo, apurado prendió el candil y su sorpresa
fue tal al ver que goteaba sangre, entonces llamo a su amigo: Juan …Juan…pero la respuesta fue de un crujido miedoso que
parecía devorar un hueso y al mismo
tiempo decir ya voy por ti.
Carlos
salio despavorido gritando e invocando la protección de Dios, se dice que se
salvo por su fe en Dios y porque despertó a tiempo antes que la fiera terminara
con su amigo Juan.
Verdad o
mentira, no lo juzgo así solo se que es parte de la tradición oral de nuestros
abuelos.